Sostenibilidad extrema

Extreme sustainability
TristanEscena 1: Finales de los años 90. Dos profesores de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla están ultimando, en una última reunión preparatoria, la solicitud de una subvención para una exposición de proyectos de alumnos para un edificio público y una intervención paisajística en la Sierra de Huelva. El directivo del organismo en cuestión detalla todos los requisitos y cuando, la reunión está a punto de terminar, expone el principal de ellos: en la memoria técnica de la propuesta deben figurar, cuantas veces sea posible, los términos “sostenible” y “sostenibilidad”. Los intervinientes convienen en que es un requerimiento muy fácil. Basta con incorporar el sustantivo y el adjetivo en diferentes localizaciones de la memoria que ya está redactada. La solicitud sigue con éxito su curso.

Escena 2: Competición Solar Decathlon Europe 2012. El equipo “Andalucía Team” recibe a un jurado internacional que va a evaluar el prototipo “Patio 2.12” en relación con las medidas, los materiales y los artilugios que potencian la sostenibilidad de la propuesta construida. Cercanos se han construido los prototipos alemanes y franceses en los se muestra un despliegue de ingeniosos sistemas de reciclado de materiales – como envoltorios de cd transformados en fachada ventilada – o sofisticadas aplicaciones de compuestos de nueva generación para simular la inercia térmica en edificaciones prefabricadas ligeras. El equipo andaluz ha decidido competir con otros medios: describiendo la verdad. Detallando cómo, ante la carestía completa, la supresión de todos los fondos públicos previstos para la construcción del prototipo, se trabajó con la ayuda de empresas y operarios de la región, que patrocinaron la obra, cediendo sus productos y su mano de obra cercana en la construcción; cómo el propio proyecto tuvo que adaptarse, renunciar a acabados y sistemas más vanguardistas en favor del uso “lo que hay”, el “as found” que la coyuntura económica imponía; usando materiales inicialmente fabricados para otras aplicaciones, adaptados con pequeñas transformaciones caseras; jugando con la ventaja de lo impuro, lo híbrido, el bricolaje de lo que está disponible.

Si a eso se añadían todos los dispositivos inventados para consumir lo mínimo posible de la energía fotovoltaico almacenada en las limitadas baterías, no fueron necesarios muchos más argumentos para obtener el segundo premio en sostenibilidad, superando a las universidades más tecnológicas. La sostenibilidad de la carestía es la más auténtica.

¿Por qué la arquitectura “sostenible” es una categoría independiente? ¿Hacemos congresos sobre “arquitectura que no se cae” o sobre “arquitectura donde funcionan las instalaciones”, o sobre “arquitectura en la que el usuario se orienta” o sobre “arquitectura que responde a un presupuesto”? No. Se trata de atributos que se presuponen presentes en toda arquitectura realizada con corrección. La arquitectura que optimiza sus recursos es arquitectura sostenible. Toda arquitectura valorable debiera ser “sostenible” en ese sentido ¿Podríamos encontrar en este territorio otra acepción, más concreta, del lema miesiano “less is more”?

Con ocasión del Concurso Internacional de Ideas para la Isla Tristan da Cunha, en el que tuvimos la fortuna de ser seleccionados entre los 5 equipos de todo el mundo encargados de idear “A More Sustainable Future” para la isla más remota del mundo, la propia definición de “sostenibilidad” tuvo que reformularse de manera extrema.

La isla Tristan da Cunha está inscrita en el Libro Guinness de los records como el lugar habitado más alejado de cualquier otro. Forma parte del Imperio Británico y da cobijo a 80 familias, descendientes de colonos británicos, asentados allí desde principios del siglo XIX. La economía se basa en la agricultura y la comercialización industrial de la langosta, muy abundante en sus riberas. Sus 98 km2 están presididos por un espectacular volcán cuya última erupción, en 1961, motivó un éxodo de dos años de sus habitantes al Reino Unido.

El concurso de ideas, convocado a escala mundial por el RIBA londinense, seleccionó a las propuestas que más convincentes resultaron en la resolución de las carencias de las edificaciones, los espacios públicos y las infraestructuras en cuanto a habitabilidad, confort, consumo energético y eficiencia espacial. Nuestra propuesta se centró en la mejora de la habitabilidad y eficiencia de las viviendas presentes y futuras y en la reconfiguración de los espacios públicos para hacer aparecer lugares de encuentro y convivencia protegidos al aire libre pero protegidos de las inclemencias del clima atlántico extremo. Para las nuevas viviendas, el proyecto hizo uso de una versión más avanzada de la prefabricación “por kit de componentes”, en este caso con un software de prediseño que incluía la participación de los usuarios y un conjunto de sistemas constructivos llevados a la cualidad “user-friendly”, que pudiera posibilitar que los propios habitantes de la isla fueran autoconstructores de sus reformas y sus nuevas viviendas. La propuesta energética preveía una “microgrid” fotovoltáica combinada con aerogeneradores de reducidas dimensiones.

Pero todo ello se condicionaba por la extremadamente dificultosa accesibilidad a la isla, a la que sólo se puede llegar en un barco que atraca cada dos meses y sólo es capaz de intercambiar dos contenedores en cada llegada. Todo el diseño de soluciones debía contar con la escasez de estos suministros, de las materias primas locales de construcción (limitadas a la piedra volcánica) y de la limitada mano de obra cualificada de la comunidad. Se trataba de un ejercicio obligado de aprovechamiento de cada gramo de transporte, de cada elemento con posibilidad de reciclarse y de cada posible colaboración de los colonos. Un biotopo humano diseñado para ser en el futuro casi completamente autosuficiente, por causas de fuerza mayor. Una metáfora, en miniatura, de los que le espera el mundo en el siglo que empieza.

La conciencia medioambiental actual tuvo uno de sus precursores sesenteros en R. Buckminster Fuller, a quien se debe la frase “we are all astronauts in little spaceship called Earth”. Percibir el mundo como una nave espacial flotando por el universo, con sus recursos limitados y cuidadosamente compartidos, no dista mucho de imaginarnos colonos de una remota isla, a la que no llegan barcos ni aviones, presidida por un volcán no totalmente dormido, y en la que sólo el ingenio, la colaboración y la conciencia de la escasez puede construir un hábitat equilibrado para las próximas generaciones. Sostenibilidad extrema.

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