El arquitecto Cristopher Wren escribe en 1750, junto con sus notas biográficas, el resumen de su pensamiento arquitectónico. Hay reflexiones muy tajantes sobre las formas arquitectónicas (“Las figuras geométricas son naturalmente más bellas que las irregulares: todo el mundo está de acuerdo sobre este punto porque es una ley de la naturaleza”1) en las que la belleza se liga a la regularidad geométrica. En este territorio conceptual, no deja de ser Wren uno más los que pasan a limpio un lugar común que atraviesa la historia de la arquitectura desde el Renacimiento. Una línea de pensamiento que algunos ha denominado “el efecto Platón en la arquitectura”2.
Cuando Leon Bautista Alberti sienta las bases de la práctica arquitectónica moderna (aseverando, entre otras cosas que “es muy posible proyectar formas completas en la mente sin recurrir al material” y estableciendo que la concepción de los edificios se debe hacer desde una instancia independiente de las de los oficios, donde el dibujo es el medio) traslada el foco de la teoría de la forma hacia la idea de “perfección”, como sólo se puede lograr por la mente educada (“la imaginación y el intelecto instruido”). La perfección, sugería, depende en lo que denominó “geometría ideal”, aquella que hace disfrutar directamente a la mente, que aplica la certeza eterna de las figuras matemáticas al mundo irregular y cambiante. El hombre impone con ella su voluntad al mundo.
Es difícil encontrar edificios con planta cuadrada en el mundo antiguo y medieval y, sin embargo, a partir del Renacimiento no dejaron de proliferar. La perfección buscada en el cuadrado la Villa Rotonda de Palladio no dejó de inspirar todo tipo de variaciones de la vivienda unifamiliar aislada en lo sucesivo. No es difícil imaginar qué figura geométrica tridimensional hubiera contenido aquella villa de Vicenza si Palladio hubiera conocido la tela asfáltica y la cubierta plana.
El cambio de rumbo que supone “De Re Aedificatoria” de Alberti no puede desvincularse de la propia filiación intelectual de su autor, destacado miembro de la Academia Platónica Florentina, y del nuevo protagonismo que los “Diálogos” del filósofo ateniense habrían de ostentar en el pensamiento europeo a partir del siglo XV de nuestra era. La potente imagen de los “sólidos platónicos” en el imaginario intelectual de la época no puede ser desdeñada. Es en el “Timeo” (diálogo sobre el origen del universo) donde las imágenes de como la geometría ideal está en la base de nuestra percepción del universo adquieren más fuerza, a pesar de lo oscuro de sus posibles interpretaciones.
En el Timeo, el demiurgo, el divino artesano, lleva a cabo la creación dando forma a los cuatro materiales que la constituyen (fuego, aire, agua y tierra) por medio de formas y números. El material de cada tipo se construye como uno de cuatro sólidos geométricos regulares originarios: la pirámide (para el fuego); el octaedro (para el aire), el icosaedro (para el agua) y el cubo (para la tierra). Un interesante desarrollo poético de esta clasificación estaría dilucidar si el filósofo estaba pensando en la arquitectura como el arte de lo que habita la tierra cuando escoge al cubo como su envolvente.
Las interpretaciones del mito de Timeo no son inmediatas, dado lo enrevesado de las descripciones de la esencia de los sólidos y de su sustrato. Sí coinciden los estudiosos en que los llamados sólidos platónicos no están concebidos como formas realmente sólidas que se depositan en un sustrato de cada uno de los materiales básicos, sino que son más bien “configuraciones de estos espacios”, vacíos más que llenos, huecos en un campo material más que objetos en una bandeja. Lo cual nos presentaría a un Platón más actual y “paisajístico” de lo que percibimos a primera vista3.
El caso es que la querencia platónica no deja de presentarse en la arquitectura con viveza desde el Renacimiento hasta nuestros días, inundando incluso la supuesta modernidad rompedora de las vanguardias: desde los volúmenes puros “bajo la luz” de Le Corbusier hasta la “mesa de dibujo platónica” que nombraba Walter Gropius cuando definía el ámbito donde se conciben los proyectos de arquitectura. Mies van de Rohe construyó dos pabellones en la Exposición Universal de Barcelona. De primero sobra decir nada, salvo que sólo puede entenderse como el resultado natural de sus éxitos anteriores como diseñador de exposiciones para la asociación de fabricantes alemanes del vidrio. Del segundo (el Pabellón del suministro de electricidad en Alemania, ya desaparecido), que es fácil adivinar su forma y su color: un cubo blanco4.
El festival platónico da lugar a casos extremos en nuestra contemporaneidad, como el descrito por Alberto Campo Baeza en su fabulada descripción de la génesis de la admirable Casa Turégano: el joven arquitecto va buscando construir su Idea y descubrimos al final que aquella “idea” se trataba de un cubo blanco5. El cubo que todo lo puede: no puede ser casual que el Doctor Muerte tiene que esperar al número 115 de la Colección del Capitán América para derrotarle completamente por primera vez. Y esto ocurre precisamente cuando el antihéroe consigue hacerse con el codiciado y todopoderoso “cubo cósmico”.
La construcción de la Vivienda unifamiliar en la Urbanización Campomijas, aparentemente un cubo blanco, nos proporcionó un singular descubrimiento. Nos preguntábamos como la envolvente había acabado generando la tan histórica forma cuando no había sido una premisa inicial ni la geometría ideal estaba en nuestro tablero, nada platónico en ese momento.
Simon Unwin ha escrito sobre la llamada “geometry of being” como alternativa realista a la geometría ideal del proyecto de arquitectura: esta segunda geometría se generaría por la atención a un conjunto de argumentos que tienen que ver con el uso, la percepción o la construcción (“círculos de presencia, líneas de vista, líneas de paso, medida, geometría social y geometría de la construcción”) y sería la cara “realista” del proceso de ideación arquitectónica. El caso de Campomijas no hizo pensar en otra componente de la “geometría del ser”: la economía. Nos encontrábamos en una parcela con un desnivel de tres plantas, donde había que construir un límite (presupuestario) de unos 250 m2 aquilatando envolvente y sistema estructural. El resultado no podía ser más que casi automático:
- Una planta cuadrada con únicamente cuatro pilares y cuatro fachadas en voladizo economiza zapatas de cimentación y optimiza los forjados (los voladizos que se aproximan a 1/3 del vano central equilibran momentos positivos y negativos
- La superficie total dividida entre tres plantas (incluido el sótano) da cuadrados de unos 9 metros de lado, que, pasados a fachadas de unos tres metros de altura por planta generan cuadrados en los alzados.
- El cubo resultante optimiza la relación entre envolvente y volumen construido.
- A partir de la forma esencial, los necesarios espacios intermedios excavan la superficie del cubo componiendo diagonales que hacen que cada cara remita a la contigua.
Habíamos llegado a Platón por la puerta de atrás… Con el único cubo realista.
1 Wren, Cristopher. Parentalia of Memoirs of the Family of the Wrens. Osborn & Dodsley, London, 1750. Citado en Baridon, Michel. Los Jardines. Siglos XVIII-XX. Abada Editores, Madrid, 2008.
2 Henry, Cristopher N. The Plato Effect in Architecture: Designing for Human Diversity. https://www.archdaily.com/175518/the-plato-effect-in-architecture-designing-for-human-diversity.
3 Mohr, Richard D. y Sattler, Barbara M. One book, the whole universe Plato’s Timaeus today. Parmenides Publishing, Las Vegas, 2010.
4 Lizondo Sevilla, Laura. El valor de las exposiciones: el legado menos conocido de Mies van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Cuadernos de Arte. Universidad de Granada, n. 45(2012). Aunque como Valentín Trillo puso de manifiesto en su tesis doctoral, ese cubo aparente no tenía las proporciones reales de la figura platónica.
5 Campo Baeza, Alberto. Fábula del arquitecto feliz y la blanca y cúbica cabaña. En Documentos de Arquitectura nº 2. Alberto Campo Baeza. Delegación de Almería del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Oriental, 1987.
6 Unwin, Simon. Analysing Architecture. Routledge, Oxon, 2009. Los conceptos de “geometría ideal” y geometría del ser” que se resumen en el presente texto son deudores de la didáctica elaboración de Unwin.