De Roma a Los Ángeles

Torneo3

Consciente o inconscientemente, los tipos arquitectónicos persisten. O al menos esa es una certeza que parece asomar cuando revisitamos los procesos de ideación de determinados proyectos a la luz de los ejemplos del pasado. Las memorias descriptivas elaboradas con posterioridad a la construcción de la vivienda unifamiliar en San Roque Club, se han iniciado con referencias a las construcciones residenciales de la Roma clásica. Tal referencia había tenido su origen en la percepción de que había algo muy familiar, algo muy romano, en la disposición de las piezas que componían la vivienda.

Las que Simon P. Ellis ha denominado “casas de pretensión” romanas1, las viviendas de los aristócratas del imperio habían heredado en su trazado la versión griega de la casa patio mediterránea y, hasta el siglo III AC, sus habitaciones se organizaban circundando el atrio: una patio relativamente regular y cuadrado abierto y con el impluvium en su centro. Un espacio a la par doméstico y público, donde su habitación principal, el tablinum, congregaba, según la ocasión, a la familia, a los invitados o a los clientes. A partir del siglo III AC, la influencia helenística introdujo en las viviendas un segundo patio, más interior y espacioso, cuyo recinto central al aire libre incluía vegetación y fuentes: el perisitilo. Durante dos siglos, las viviendas de los aristócratas combinaron el atrio, enclaustrado u oscuro, con el peristilo, abierto y luminoso. El atrio seguía siendo el lugar del negocio mientras el peristilo albergaría el territorio del disfrute.

Y es que las viviendas romanas “de pretensión” constituían también un tipo muy concreto de lugar público, donde la intimidad familiar convivía con los encuentros comerciales, las recepciones o los trabajos administrativos de los patricios. “La casa romana era un foco constante de vida pública”2, donde no existía una diferenciación entre las circulaciones de los patricios y de su servicio y estas se mezclaban en los atrios y los peristilos. Más que eso, resultaba muy habitual que las viviendas ofrecieran hacia la calle un frente completo de pequeñas tiendas, la mayor parte de las veces también propiedad de los residentes en la casa y alquiladas a los comerciantes, que podían alojarse en los propios comercios.

Atrio y peristilo convivieron hasta finales del siglo I DC. Esta preferencia explica la estructura habitual de las villas de la Itálica adrianea, construida en ese siglo. No obstante, el atrio había ido adquiriendo un carácter cada vez más secundario, de forma que, a partir del siglo II DC, la casa del peristilo se convirtió en el tipo de residencia dominante.

Existen referencias de la apetencia de los patricios por las buenas vistas de sus villas, a las que no dudaban en dotar de amplios miradores porticados cuando su situación, como era el caso de los promontorios costeros, lo permitía. El ajardinamiento de los peristilos en las villas urbanas no dejaba de ser la construcción de un “pseudo paisaje rural3, con plantas y fuentes que contemplar. El jardín llegó a ser el rasgo principal de muchas casas romanas, un fragmento de campiña dentro de la casa. En su Historia Natural, Plinio el Viejo reseñaba la abundancia de pequeños jardines en la viviendas de la ciudad de Roma, en las se procuraba crear “la experiencia del campo”4. “ Para ser completamente romano, no solo en las primeros siglos de la historia de Roma, sino hasta bien entrado el tiempo de Virgilio, había que ser un agricultor”5. Sea o no por la querencia de un pasado rural, en la cultura de los jardines romanos existió, como en Grecia o Persia, el sentido de la recreación en sus jardines de un paradeisos perdido.

Las tiendas y atrio con su tablinum en el área pública, el peristilo con su jardín paradisíaco en su área privada, la vivienda ensimismada en torno a patios, procedente del precedente griego, el germen de la casa patio mediterránea… Todos ellos rasgos que advertíamos muy presentes en la vivienda de San Roque Club, cuya formalización material, con una materialización espartana a base de planos escuetos de hormigón visto, no dejaba de mostrarse de la forma más atemporal posible: un diagrama de usos construido con lo mínimo, y desplegado en torno a un jardín especialmente cuidado.

En la casa de San Roque, la zona pública no contiene tiendas, sino las amenites que son posibles en una gated community: un gimnasio, un estudio de pintura y una pequeña sala de cine. El atrio se conforma con paños de hormigón visto que no se tocan y generan fugas visuales transversales. No falta el impluvium, aquí en forma de estanque con peces y nenúfares. Y el peristilo es un amplio patio ajardinado circundado por dos alas de habitaciones que a este se abren, y con uno de sus lados abiertos al campo de golf cercano y la arboleda prexistente. No falta el agua, aquí en forma de una abstracta piscina rebosante, negra espejo, nunca azul. El nuevo triclinium sigue presidiendo el peristilo, en su eje central, con una abstracta trasposición del fuego del hogar: una cocina monumental encapsulada en una urna de vidrio con vistas al paisaje. El más moderno lugar de encuentro es ahora el de la confraternización culinaria.

No es circunstancial la omnipresencia del vidrio. La modernidad arquitectónica clásica del siglo XX sacó especial partido de la disponibilidad y la asequibilidad industrial de los grandes paños de cristal, elevados a la categoría de arquetipos por Mies van der Rohe en sus propuestas domésticas. El cerramiento invisible, que disuelve el límite visual entre el exterior e interior en la vivienda tuvo una influyente puesta en escena en la modernidad arquitectónica con la experiencia de las Case Study Houses californianas, a partir de la década de los 50, precisamente en un entorno climático bonacible como el de San Roque, donde las desventajas de las paredes de vidrio en cuanto a la protección térmica pasan a segundo plano.

Algunas de las Casas Modelo más influyentes con la CSH 18, de Craig Ellwood, o la CSH 22, de Pierre Koenig, ya ligeros pabellones de paredes acristaladas, adoptaron la configuración de modernos peristilos, envolviendo con sus alas transparentes el espacio de recreo o el mirador al paisaje. En las obras de Pierre Koenig, el espacio abrazado, el mirador que abarca la mirada sobre Los Ángeles y sustenta la piscina, es también el soporte de las circulaciones. Al modo de los peristilos romanos, el espacio de circulación donde toda la actividad, pública y privada, tiene lugar es el propio peristilo, ya no con pórticos de columnas, sino con mínimos aleros sustentados por tubos de acero de 4 pulgadas sobre paredes de vidrio6.

Ellis, Simon P, Roman Housing. Duckworth Publishers. Londres, 2002.
Wallace-Hadrill, Andrew, “The social structure of the Roman house”, Papers of the British School at Rome, nº 43. 1988.
Ellis, S. P. (2002), 16.
Purcell, Nicholas, The Roman Garden as a Domestic Building, en Barton, Ian M. (ed.), Roman domestic buildings. University of Exeter Press. Exeter, 1996, 123.
Percival, John, Houses in the Country, en Barton, Ian M. (1996), 65.
Mc Coy, Esther, Case Study Houses 1945.1962. Hennessey & Ingalls, Inc. Los Angeles, 1977.

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