Palidece el recuerdo de los días pasados al cobijo del “Patio 2.12” mientras van tomando cuerpo nuevos proyectos, que germinan tras su estela… Parece ser que algún miembro del jurado internacional de arquitectura que hizo una de las 10 valoraciones de los prototipos sostenía que “aquello no era un patio”. Y probablemente tenía razón: mientras el Andalucía Team se reunía cada día en ese espacio central, a la sombra del sol de septiembre las primeras semanas, o cobijado de la lluvia la última, lo estaba utilizando y percibiendo como una habitación más de la casa. La más espaciosa y la más apetecible aquellos días, a tenor de su intensiva ocupación. En contraste con los otros cuartos “interiores”, este espacio no se “acondicionaba”, o lo hacía sólo parcialmente, usando las configuraciones cambiantes de sus paredes y techos.
A veces explicábamos el patio describiéndolo como un amortiguador del resto de las habitaciones de la casa, el paso intermedio entre el cuarto y el paisaje: la primera línea de defensa, que reduce los requerimientos energéticos de las habitaciones que a él se vuelcan como paso previo, antes de entrar en contacto con el exterior.
La idea de gradación en el nivel de acondicionamiento de la vivienda no parece estar hoy bien asentada en la conciencia de los usuarios urbanitas. A todos los cuartos se les quiere dotar con las mismas prestaciones. Sin embargo, la arquitectura vernácula en todas las latitudes, más sensible a la limitación de los medios disponibles, ofrece muchos ejemplos de esta gradación: no todo se acondiciona igual. Los espacios intermedios de la tradición mediterránea son idóneos como habitaciones sólo para algunas horas del día o para algunas estaciones del año, pero en todo momento construyen ese colchón semi-acondicionado que defiende el resto de los ámbitos.
Algunos de los proyectos utópicos más significativos surgidos de los experimentos libertarios de los sesenta y setenta (Archigram, Friedman, Archizoom, Fuller…) planteaban la posibilidad de usar las tecnologías de la construcción de cáscaras de gran escala para generar entornos climáticos protegidos, a resguardo de las inclemencias más extremas. La burbuja que Buckmister Fuller imagina depositada sobre la zona central de la isla de Manhattan es el grado extremo de esa visión, que el autor quería ver materializada con el auxilio de la técnica de sus cúpulas geodésicas, tejidas de vidrio y barras metálicas en estructuras estéreas. La dome neoyorkina de Fuller quedó en un fotomontaje, pero algo de su herencia se vislumbra en un edificio que se levanta precisamente en el interior del área que la semiesfera de vidrio pretendía cobijar. En la calle 43 se alza la Fundación Ford, el cubo de granito y cristal que Kevin Roche y John Dinkeloo completan en 1968. Allí, la mayor parte del volumen construido es aire, pero aire confinado en el interior de una gigantesca habitación intermedia, un atrio ajardinado y acristalado al que abren el resto de las dependencias, las oficinas de la Fundación, que no miran directamente a la calle, sino a ese amortiguador previo no “climatizado”.
Nuestra propuesta para el Concurso para la Gerencia de Urbanismo de Sevilla era a su modo deudora de aquellas utopías ambientales y del recuerdo de los espacios intermedios mediterráneos que aún forman parte de nuestro inconsciente colectivo. Un emparrado artificial a gran escala conformaría un prisma del tamaño de una manzana de la isla de la Cartuja y en su interior el aire atemperado (sombreado- ventilado en verano y soleado-estanco en invierno) actuaría como un amortiguador climático frente al exterior sin domesticar. Las dependencias de la Gerencia quedarían empaquetadas en pequeños edificios independientes y transparentes a modo de ciudadela envuelta en ese límite protector, éste también resuelto, como las geodésicas de Fuller, por medio de una estructura estérea de delgadas barras y vidrios regulables, pero en este caso con el complemento de un sistema de sombras cambiantes. Cajas autónomas abiertas a un espacio amortiguador habitable… Un “Patio 2.12” a escala metropolitana.