Describiendo las aportaciones de las obras residenciales de Robert Venturi a la cultura de la vivienda moderna, Christian Norberg-Schulz encuentra en ellas una síntesis de las soluciones libres y abiertas de los primeros modernos y de la aspiración de identidad y significación reclamada al final del siglo XX. Así, la Casa Tucker III, de 1975, sería un compendio de aquellos arquetipos que demandaría para sí una vivienda unifamiliar con significado: es a la vez un “pabellón en el jardín”, una “torre”, un “hogar” y un “balcón al mundo”.
Volviendo la mirada a nuestra obra de vivienda unifamiliar en la Urbanización Azahar, de Jaén, (aún inacabada) resulta clarificador encontrar que, de una forma más o menos consciente, el volumen compacto de piedra caliza que ocupa dos de las parcelas de una urbanización concebida para “adosados” se trazó buscando algo parecido a esas cuatro referencias. Así, su posición aislada y la voluntad del propietario de construir por debajo de la edificabilidad permitida, para llenar el espacio sobrante con vegetación, la acabarían convirtiendo en un auténtico pabellón en el jardín. Su concepción introvertida, con varios centros significativos (el salón central, el “apartamento” superior en torno a un patio privado, la chimenea flotante de los dibujos), anticipa un cierto sentido de hogar clásico. El tratamiento de la fachada trasera, a modo de gran mirador al paisaje interminable de olivar, monumentaliza la idea de balcón al mundo.
Y queda la torre. “Cada casa debiera ser una fortaleza” escribió el poeta Auden en “The Common Life”, sublimando las sensaciones de su hogar compartido con Chester Kallman [1]. Desde la parcela de la casa de la urbanización Azahar, la metáfora del castillo tiene una motivación también física. Allí, las nítidas torres prismáticas y los muros del castillo de Santa Catalina se perciben muy cercanos. El estilo alegórico de justificar los proyectos que tanto se prodigaba a mediados de los noventa podría haberse utilizado para describir la idea del proyecto: una torre del castillo se ha desprendido y se ha incrustado en la parcela. Pero en la motivación del proyecto es más ajustado hablar de un argumento que tiene que ver con lo que en alguna otra ocasión he denominado la “arquitectura de los muros huecos”.
Los dibujos que encabezan este texto representan el castillo normando Hedingham, en Essex, construdo en el siglo XII y muy bien conservado por sus actuales propietarios, los descendientes de su primer morador. Los muros gruesos que hacen posible su construcción se horadan con usos menores, construyendo un interfaz lleno de espacios “servidores” de las estancias principales, grandes recintos únicos indiferenciados que hoy llamaríamos lofts. El concepto estructural y espacial de la casa de Jaén podría ser una traducción directa de este trazado. Un ancho total de 13 metros se segmenta en dos bandas perimetrales de 2 metros de espesor y un vano único central, el cual admitiría albergar un único espacio, de 9 metros de luz. La estructura metálica se resuelve con pórticos tipo puente, con dobles pilares en los extremos, separados 2 m, que permiten un efecto de empotramiento para la viga central. Las bandas laterales no son sólo “estructurales” sino también “funcionales” en el sentido que cobijan espacios menores, de servicio: baños, lavaderos, cocina, logias…, al modo cómo en las torres medievales los recintos excavados en el grueso muro pueden albergar usos menudos, subsidiarios de la gran sala central.
Esta forma de componer, de bandas perimetrales con espacios servidores, era muy común en la arquitectura de Louis Kahn (véase por ejemplo la casa Esherick). Colin Rowe ha descrito también cómo esas “composiciones periféricas” da a las casas de Breuer y Gropius “ese aire de modernidad y determinan en ellas nuestras sensaciones de agrado”. Nos hemos formado asignando la condición de modernidad a los diafragmas, a los cerramientos delgados, a los muros cortina, y hemos sacado poco partido de la lección de los castillos, ahora que los muros gruesos, antaño llenos de materia a excavar, pueden ser sólo de aire, bandas disponibles para regular la relación con el exterior o para albergar la intimidad de los espacios más relacionados con el tamaño del cuerpo que habita la casa… O la fortaleza privada.
[1 ]“(…) I´m glad the builder gave / our common-room small windows / through which no observed outsider can observe us; / every home should be a fortress, / equipped with all the very latest engines / for keeping Nature at bay (…). The Common Life (fragmento), en W. H. Auden, “Selected Poems”. Faber and Faber, Londres. 1979.