La memoria de la tierra

Earth’s Memory

No hace mucho tiempo paseaba una noche de otoño por Triana y mi acompañante me sorprendió: ¿No oyes? Yo oía los coches y conversaciones cercanas y él insistio: ¿No oyes? Entonces algo se desveló. Se oían graznidos. El dijo: Son las aves que emigran. Pasan estos días por Sevilla de noche. Nadie se da cuenta.

Luego el día acabócomo otros pero de repente, por un momento, esas calles se habían diluido para transparentar una llanura natural intemporal atravesada por un rio y surcada por aves. Dicen que Zeus soltó dos águilas desde los extremos de la tierra para que al cruzarse dejaran caer el omphalos buscando el centro del mundo y así nació Delfos: quien visita esa ladera, bajo el muro rocoso y sobre el magma de olivos que se funde en el mar no tiene dudas de que está realmente en el centro del mundo. Así se med­ían los griegos con la naturaleza, así eran capaces de desvelar la estructura profunda de los lugares, cuidando de ella a través de su arquitectura, un verdadero arte del lugar.

La manera como se construyen nuestras ciudades nos hace insensibles al medio físico sobre el que se asientan. Hay vaguadas, dehesas, riachuelos, cortados, ramblas, rocas, pantanos… ocultos tras las avenidas y los edificios. Se deslizan los vientos y las lluvias con la misma fuerza, cadencia y dirección que lo hací­an antes de los hombres pero las construcciones no lo saben. Las posibles perspectivas hacia un paisaje que daba referencias espaciales a nuestros antepasados, que los situaban en el mundo, se bloquean sin contemplaciones. Y el genius loci, el espí­ritu del lugar, enmudece a la espera de tiempos mejores.

Al enfrentarnos al proyecto del Centro de Salud en Aguilar de la Frontera, a diferencia de lo que ocurre en otros más “urbanos”, que tienden a tender un velo sobre el medio fí­sico, vení­amos mediatizados por la especial condición de su solar. Una plataforma soportada por un imponente muro de contención de mamposterí­a ejecutado en los años 40, en la ladera este del pueblo. Aguilar de la Frontera no es Urbino, pero si la mirada se esfuerza en convocar al genio del lugar aparece la memoria de su defensa del reino de Granada en su posición en el paisaje, se hacen visibles las viñas en su colinas (tal vez origen de la palabra “tercia” que da nombre a la calle del Centro de Salud), se comprende su posición estratégica sobre las cañadas y las ví­as, se siente el respeto sobre el lejano cementerio que ocupa una colina en lontananza.

Y el proyecto convocó patios como balcones arbolados sobre las viñas, salas de espera como atalayas sobre los caminos, fachadas ciegas como tapias de almacenes agrícolas. Se depositó sobre el muro de mampostería ofreciéndole la acrópolis que sus piedras hubieran deseado soportar… Esfuerzos por comprender y desvelar la identidad del sitio a través de la arquitectura. Intentos de despertar la memoria de la tierra.


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