Re-habitar el centro histórico, usando los inmuebles residenciales de nuevo como viviendas y recuperar para su disfrute público los elementos patrimoniales de la casa: esa fue la opción de la intervención en la calle Beltrán de la Cueva que se propuso integrar lo más ventajoso de dos opciones conceptuales de intervención a priori incompatibles.
Esta opción mixta fue la que dio origen al proyecto finalmente construido y puede enunciarse resumidamente como sigue: dado que todos los elementos patrimoniales valorables pueden disfrutarse desde planta baja (fachada, arcadas góticas, patio, arcada arranque de escalera, cantina y espacio libre trasero con sus imponentes vistas la Iglesia de El Salvador) se puede restringir el uso de vivienda a las plantas altas, liberando la planta baja como un local con jardín que admitiría muy variadas posibilidades de uso público, dentro del cual sería más fácil regular el mantenimiento y conservación de los elementos históricos puestos en valor. Para esta segregación de usos era muy útil la propia configuración arquitectónica del inmueble ya que se podría reservar el zaguán junto a la puerta principal como portal de las viviendas (rehabilitando sus rollizos decorados e introduciendo en él una muy liviana escalera) e independizar el local de planta baja de las circulaciones de las viviendas.